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Mostrando entradas de enero, 2021

Alfama

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     Lisboa - Barrio de Alfama                                                          Foto: Nieves Delgado         " Se não sabes onde vais          Porque teimas em correr"          "Si no sabes a donde vas            ¿por qué insistes en correr?"        Estranha forma de vida        Amália Rodrigues                                                                  

Sobre las bestias

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No importa mucho si para este hombre, que abrió el bestiario iluminado, el libro huele a nuevo o a la humedad de una reliquia sustraída de la cámara acorazada en una biblioteca nacional. Lo importante es que el libro se ha abierto por la página de siempre, porque los libros conocen a sus lectores e imperceptiblemente guardan en su memoria, por haber sido forzados a abrirse muchas veces por esa misma página, la ilustración a la que su lector siempre vuelve. Un unicornio. Un unicornio negro. Un unicornio negro sin su cuerno. Un unicornio negro sin su cuerno porque otro animal, que se esconde en alguna de las páginas del libro, se lo ha arrebatado. O quizá la bestia esté fuera, leyendo tranquilamente en la sala silenciosa de una biblioteca nacional.

La mirada de los peces, de Sergio del Molino

  Mi impresión es que usando como hilo conductor la historia del suicidio anunciado de Antonio Aramayona, lo que hace Sergio del Molino en este libro es hablar de una época de su vida, la adolescencia, la época del instituto, supongo que crucial, para él como para todos, para el adulto que hemos sido después. Como lector, el atractivo que tiene es que me da la impresión de que aunque cambien los tiempos, la adolescencia es una fase común a todos y todos la pasamos poco más o menos de la misma manera, así que, de algún modo estamos leyéndonos a nosotros mismos también en estas páginas. Al menos yo identifico, con la distancia del tiempo que nos separa (16 años), muchos elementos que allí relata, en mi propia vida: El orgullo de barrio, las charlas con los amigos sobre los más variados temas, sentados en los escalones de entrada al instituto, las gamberradas en manada, sobre todo contra los coches abandonados (el instituto estaba en un rincón y allí iban a parar los coches robados), las

Desventuras de la virtud, poema de José Manuel Caballero Bonald

  Desventuras de la virtud, poema de José Manuel Caballero Bonald   Música: Music produced by Jason Shaw on AudionautiX https://audionautix.com/   Canción (song):Namasted

Bares para mear

Nunca hubiera entrado en un bar como ese. Entré en el bar por las ganas de mear. Pedí un cortado y me fui al baño, que apestaba. Traté de no tocar la puerta. Traté de no tocar con nada. Era un baño muy estrecho. El piso estaba empegostado. Le di un golpe al botón del grifo y soltó una meada de agua. Salí y pagué el cortado sin tocarlo. Dejé propina. No quería tocar el cambio. Los tipos que estaban en el bar, tres o cuatro, me miraron, parando lo que se estaban diciendo. Al salir comprobé, para nada, si había más bares. No había sino aquel. Nunca hubiera ido a un barrio así. Había ido porque el Chito había quedado conmigo por allí. Nunca había estado. Un barrio con toda la pinta de que lo había hecho el patronato. Bloques de tres pisos pintados de color anaranjado, soltando polvillo todo el rato y muy estropeados. Había parterres grandes entre las casas, para nada. Para que cagaran un montón de gatos con cara de subnormales. Montones de esos gatos con los ojos cambados de

The Paris Review, entrevistas

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  Primer tomo de los dos de que constan las Entrevistas de The Paris Review publicadas por Acantilado. Cuando emprendí su lectura hace unas semanas el grueso del volumen me causó respeto. 1.393 páginas de entrevistas publicadas entre 1953 y 1983. La lectura ha transcurrido con deleite y facilidad. El hecho de que cada entrevista ocupe una cincuentena de páginas como máximo, sin que este dato sea preciso,  hace que el lector vislumbre cualquier atasco con la entrevista en curso, por así llamarlo, como algo muy perentorio que se resolverá pronto, dando paso a la siguiente. Esta ascensión a tramos, como quien dice, con descansillos, nos permite enfrentar una escalera tan larga. Esto, en el peor de los casos. Mi experiencia es que sólo me resultó pesada una de las cincuenta y una entrevistas. ¿Y qué podemos encontrar en las palabras de estos escritores? Desde luego, en todas, sin excepción que recuerde, una guía de lectura . Las referencias, como se pueden imaginar, a las obras

Método Keats

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  Asisto a un taller de poesía que pudiera parecer modesto si sólo se le prestara atención a lo que cupiera en una foto de Instagram : el localcito donde nos reunimos y las viejas e incómodas sillas de instituto en que nos sentamos. Pero si atendemos al nivel del profesor , al interés y atrevimiento de los alumnos , así como a lo flexible de la metodología (sin duda, el no-método es el más flexible de los métodos) el taller sólo puede calificarse de soberbio. Y de allí están saliendo nuestros poemitas. Bien, leyendo una entrevista a no sé qué poeta de la órbita anglosajona, menciona de pasada que Keats escribía una especie de boceto (esta palabra es mía) en prosa de sus poemas, antes de abordar la escritura del poema en sí. Lo subrayé, como tantas otras cosas, a ver si le podía sacar utilidad. Y ya lo creo que sí. No he leído a Keats, lo reconozco, ni tengo idea de su método (seguro que en realidad no tenía ninguno) para escribir poesía más allá de esas parcas líneas encont

Un te quiero inesperado

Siempre con el afán de mantener este blog en mi nómina de blogs recientes incluyo este relato que escribí, según parece, en 2014, y que tiene muy buena pinta.   Quedé con una mujer por internet. En una de esas secciones de contacto para procurarse sexo inmediato y sin compromisos.  En un bar que está en la esquina de Manuel Ventano con Leonardo Rancio. No sé quién es ninguno de los dos. La cafetería hace esquina exactamente entre nadie y ninguno. Me senté junto al  ventanal, en una mesita para dos y me dispuse a esperar pidiendo un coñac con un café. Eran las cuatro de la tarde. A esa hora yo siempre hago siesta. Mi señora se extrañó de que tuviera que salir. Le puse una excusa con el trabajo. Algo que tenía que terminar o el puto jefe me estaría echando la bronca toda la mañana. Me cambié de camisa y eso también le extrañó. No me eché colonia porque eso ya la hubiera hecho alzar las orejas y empinar el rabo. Salí con remordimientos, y con miedo. Soy un cobardica para estas cosas. Por