Método Keats


 

Asisto a un taller de poesía que pudiera parecer modesto si sólo se le prestara atención a lo que cupiera en una foto de Instagram: el localcito donde nos reunimos y las viejas e incómodas sillas de instituto en que nos sentamos. Pero si atendemos al nivel del profesor, al interés y atrevimiento de los alumnos, así como a lo flexible de la metodología (sin duda, el no-método es el más flexible de los métodos) el taller sólo puede calificarse de soberbio. Y de allí están saliendo nuestros poemitas.

Bien, leyendo una entrevista a no sé qué poeta de la órbita anglosajona, menciona de pasada que Keats escribía una especie de boceto (esta palabra es mía) en prosa de sus poemas, antes de abordar la escritura del poema en sí. Lo subrayé, como tantas otras cosas, a ver si le podía sacar utilidad. Y ya lo creo que sí. No he leído a Keats, lo reconozco, ni tengo idea de su método (seguro que en realidad no tenía ninguno) para escribir poesía más allá de esas parcas líneas encontradas en la entrevista de otro poeta. Pero a mí me basta.

He hecho así: tengo un cuaderno grande, tamaño DIN A4. Son las pruebas de un libro que publiqué, para corregirlas las imprimí y les puse un gusanillo. Como están impresas a una sola cara, las otras me sirven de cuaderno. Pues bien, estoy escribiendo poemas relacionados con cierto tema que no viene al caso. En ese mundo hay personas que casi son personajes por sus excentricidades e historias personales y relaciones entre ellos de rivalidad, amistad, celos, envidias...Vamos, que son humanos. Todo eso lo voy anotando en letra grande (tengo falta de vista de cerca y así evito el uso de las gafas) y de molde (mi letra cursiva a veces no la entiendo ni yo mismo) tratando de usar un lenguaje más o menos metafórico, o poético, vamos tratando de hacer versos, más que frases. De resultas de todo esto van surgiendo trozos de texto que parecen inventados por una imaginación vivaz pero que son pura realidad, es decir, la poesía está ya en las cosas y uno la va descubriendo y sacando como puede. Se relacionan cosas y se ven nexos sorprendentes entre hechos tan reales como la historia de esos personajes. Luego va uno podando, quitando las cursiladas, sustituyendo palabras que suenan mal por sus sinónimos (sí, ya sabemos que los sinónimos no existen), quitando lugares comunes... Colocando los versos con cuidado, a veces conviene juntar los primos para lograr un calorcito de familia o separarlos para que no arda la cosa en fiebre. O cambiar el orden de algunos que se relacionan entre sí. A veces hay que desechar versos, incluso buenos, porque proporcionan un nuevo centro de gravedad muy potente y el poema ya tiene el suyo. Hay versos decentes que da pena tirarlos, y no se tiran, se guardan al final del procesador de textos por si encontramos otro poema futuro donde encajarlos.

Y así poco a poco, va uno avanzando a trompicones.




Comentarios

  1. Estoy convencido de que de ahí saldrá algo provechoso para tus lectores. Saludos.

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  2. Excelente no-método!. Me viene a la mente una frase: "En poesía a la idea hay que disfrazarla" Petrus dixit.

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  3. A mí me recuerda a aquello del escultor Miguel Ángel de que no creaba sino que sacaba la forma que ya estaba en la piedra. En el sentido de que parece decir que no hace poesía sino que saca la poesía que ya está en la realidad.

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    1. Bueno, en el caso de Miguel Angel y la escultura es mucha la aportación del artista. Supongo que se trata de ver poesía en la realidad. Voy a dar dos ejemplos concretos. En el taller surgieron dos imágenes que llamaron la atención: un ajedrecista que "tocaba el piano con ocho dedos" y en otro verso unas "cucarachas verdes". En su contexto quedaban bastante bine y parece una aportación de la imaginación del poeta. Pues ambas son reales, son más un trabajo de documentación. El ajedrecista nació con una malformación congénita y aún así llegó a tocar muy bien el piano y uno de los muchos insectos tan particulares de Cuba es una cucaracha de color verde.

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  4. Ahora por leer esto de resaltar "la poesía que ya está en la realidad", y tú mencionar Cuba, me viene a la memoria (o fantasía) lo que Alejo Carpentier llamaba "Lo real maravilloso" (Creo que en el prólogo de El reino de este mundo)

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