Llovizna

 Esta mañana, al sacar a Poncho,


lloviznaba
. Me encanta esa palabra, que viene a decir que no llovía francamente sino que la lluvia flotaba como en polvo en el ambiente.  Sabiendo el calor que pasamos ayer por la tarde, porque ya estamos en verano comodiosmanda, esta llovizna  es una gracia del cielo. Por eso les envié una foto cualquiera, sin arte ni composición, porque no hacía falta, y yo tampoco tengo capacidad para captar en imagen lo que quería expresar, que es ese agradecimiento porque existan días, al menos mañanas, como esta (Al menos aquí en Tafira ha continuado así toda la mañana, aunque ya no tiene la frescura y la cualidad emocional de la primera hora, que es también muy importante)

Estos días me traen al sentimiento, más que al recuerdo, los días de mi infancia en el Carrizal. Esas mañanas de verano que lloviznaba exactamente como hoy, mientras yo aún estoy en la cama oyendo el incesante gotear de las cosas saturadas de humedad. Los golpeteos de las gotas sobre diferentes objetos, cacharros metálicos, techos de plástico, madera. Y a mi abuela, que ya está levantada y anda trasteando, siempre ocupada, siempre algo que hacer. Y el silencio ese de durante la lluvia mansa que parece que todo se para a sentir llover,  o que, como es de mañana, todo espera todavía un poco más a que escampe para poner en marcha el mecanismo del mundo. En fin, me he sentido transportado a uno de esos momentos mágicos de mi infancia, tan preciosos, que solo vuelven a nosotros como por descuido, con un olor, con un sonido, o una situación como esta de oír llover suavísimamente a través de la ventana, el gotear sobre las hojas, sobre la plancha que protege el pequeño toldo que tenemos delante de la puerta. 

¡Qué ganas de volver a ser niño otra vez! ¡Qué ganas de unas vacaciones en la infancia!, de los cinco a los diez, no más, cuando todo era nuevo y uno experimentaba unos éxtasis místicos contemplando la simple existencia.  

Esto es lo que quería decir con la foto, tan mala, que les envié. 


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