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Mostrando entradas de abril, 2017

De sábanas y gatos

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  No sé si es buena costumbre poner nombres humanos a los gatos. Hoy se llama Andrés. En aquel momento era tan pequeño que incluso creí que era hembra. Pasaría el tiempo, y mi hermano, no sé por qué, le llamaría Andrés. Mi carácter, temple, temperamento, humos, o lo que sea, salta digitalmente entre el todo y la nada, sin apenas pararse en descansos intermedios. En aquel tiempo me encontraba en un estado de algo que no podría llamar euforia, pero que se encontraba, sin duda, al otro lado de la depresión. En esos momentos me ilusionaba la construcción, el bricolaje, el unir piezas sueltas que lucharan, ya sé que temeraria e inútilmente, contra la inevitable entropía. Fruto de esos estados pasaba tardes en la casa de campo, vieja, destartalada, polvorienta, que fue de mis abuelos y que, rodeada de un terreno pequeño y agradecido, conservo y mantengo, con la desidia de quién tiene que dedicar tantas horas semanales a un trabajo en la ciudad. Me dio por pasar alguna hora escasa