The Paris Review, entrevistas
Primer tomo de los dos de que constan las Entrevistas de The Paris Review publicadas por Acantilado. Cuando emprendí su lectura hace unas semanas el grueso del volumen me causó respeto. 1.393 páginas de entrevistas publicadas entre 1953 y 1983. La lectura ha transcurrido con deleite y facilidad.
El hecho de que cada entrevista ocupe una cincuentena
de páginas como máximo, sin que este dato sea preciso, hace que el
lector vislumbre cualquier atasco con la entrevista en curso, por así
llamarlo, como algo muy perentorio que se resolverá pronto, dando paso a
la siguiente. Esta ascensión a tramos, como quien dice, con
descansillos, nos permite enfrentar una escalera tan larga. Esto, en el
peor de los casos. Mi experiencia es que sólo me resultó pesada una de
las cincuenta y una entrevistas.
¿Y qué podemos encontrar en las palabras de estos escritores?
Desde luego, en todas, sin excepción que recuerde, una guía de lectura. Las referencias, como se pueden imaginar, a las obras propias y de sus colegas, son innumerables, agobiantes. A cada párrafo crece nuestra estantería de lecturas pendientes. En muchos casos la obra de algún colega es admirada por unos y denostada por otros. Sabiendo de quién proviene cada opinión o valoración también nos podemos hacer una idea de la coincidencia que pueda tener con nuestras preferencias.
Encontramos también humor, en ocasiones en el grado de risa. Las entrevistas a Dorothy Parker y Truman Capote son especialmente divertidas.
Encontramos historia,
contada de primera mano. Hay un momento en que uno piensa, ¡Dios mío,
estaban todos en París! Relacionados unos con otros, para bien y para
mal, alimentándose unos a otros, viviendo y creando los ismos,
padeciendo las guerras incipientes, comiendo lo que podían y bebiendo
más de lo que debían. Y así es, muchos de los entrevistados tienen una
historia común en la Europa de principios de s. XX, desgarradora a
veces, y pienso en Kurt Vonnegut cuando cuenta su experiencia en el
devastador bombardeo de Dresde, con una distancia emocional, al menos aparente.
Recuerdo, también, la historia del final de la guerra que cuenta
Heinrich Böll con las banderas blancas castigadas a tiros y
ahorcamientos cuando la derrota era evidente.
Con Isak Dinesen encontré la conmoción con sus pequeñas grandes respuestas, auténticos microrrelatos de gran valor en sí mismos.
También hay dolor. La entrevista a Luois-Ferdinand Celine resulta dolorosa. El loco oficial
podría ser Ezra Pound, certificado de locura extendido contra sus
estancias y rescates en hospitales psiquiátricos, pero la entrevista a
Celine causa piedad ante la evidencia palmaria del desequilibrio mental
que padecía, figure o no en informes o documentos.
Hay revelación de personalidades muy poderosas, "con las consecuencias que de ello se deriven". Pienso en Faulkner, Hemingway, Nabokov y Guillermo Cabrera Infante. De este último no me resisto a transcribir completa esta respuesta sobre Borges, que debemos considerar un raro tesoro. Se hace evidente, según avanza la entrevista, que Guillermo Cabrera Infante sólo está interesado en hablar de sí mismo.
Dice sobre Borges: "Por ejemplo, Borges, un
antecesor al que admiro, escribe en borgesiano, un dialecto privado
compuesto de un inglés pintoresco y formal que condesciende a emplear
palabras españolas con una sintaxis anglosajona. A Borges le debo mucho,
pero a su español, nada."
Hay una historia de salvación
en la entrevista a Raymond Carver. Un personaje modesto, no de orígenes
humildes, sino de planteamiento, nudo y desenlace humilde, habitante
permanente del arroyo. Se reconoce a sí mismo como alcohólico,
rehabilitado sí, pero alcohólico siempre. Finalmente salvado, conclusión
a la que yo llego, no por la literatura, sino por sí mismo, a base de
administrarse la medicina de escribir.
Hay miedo. En
las entrevistas que se desarrollan a autores rusos en las extinta URSS
se percibe una rigidez propia de quien se siente escuchado por el Gran
Hermano. Un miedo extrañamente latente al que nada ni nadie hace
referencia.
Hay compromiso y conciencia política en
muchos de los autores. Resulta especialmente vital en una autora que
destila inteligencia y lucidez, Nadine Gordimer. He de reconocer que
empezó con mal pie. Hay ciertos reproches a su madre que me
hacen sentir incómodo en un principio. Después al avanzar la entrevista,
la luz se enciende en todas direcciones, desaparecen las sombras.
Hay técnica.
Algunas de las preguntas son triviales y hacen pasar algo de vergüenza
ajena, en especial las que se refieren a cuestiones pedestres a la hora
de escribir como los horarios, las mesas, los lápices, las máquinas de
escribir, etc. Pero no pocas veces dan pie a respuestas que, tras pasar
por cuestiones triviales, a los que algunos autores conceden una
importancia maniática, se adentran en el meollo de la técnica literaria.
Aquí podríamos detenernos, si quisiéramos y lo recordáramos, en decenas
de detalles. Sólo dos: Hemigway dejaba "algo para mañana". Si había
pasado su jornada escribiendo y tenía previsto mentalmente escribir tal
pasaje lo dejaba pendiente para el día siguiente. Digamos que no quería
irse a la cama con todo hecho y a expensas de que se le ocurriera una
continuación al día siguiente. Este "solapamiento" le permitía darle
continuidad a la escritura. Y el otro: Nadine Gordimer evitaba los
verbos de habla en los diálogos. Según ella, si el lector no es capaz de
saber por el contexto, la expresión y la sucesión lógica de posturas en
la conversación, a qué personaje corresponde cada intervención, es
porque el diálogo está mal escrito. El entrevistador opina que esto
requiere un lector atento y cuidadoso. Nadine Gordimer se muestra firme:
el lector debe ser cuidadoso y atento.
Hay poesía en lengua inglesa, para mí, una novedad. El sesgo cultural de las entrevistas es evidente. La mayoría de autores escriben en inglés. El sesgo de género también, dado que hay mayoría de hombres. Autores en lengua castellana hay muy pocos, al menos en este primer volumen.
Haciendo del defecto virtud, prefiero pensar que las vías para conocer la literatura en nuestra lengua las he tenido razonablemente abiertas hasta la fecha. Estas entrevistas son una ventana a la literatura en otras lenguas, y sobre todo, a la poesía. Si sé poco de poesía en español (prefiero esta palabra a castellano), no sé casi nada de poesía en inglés. Estas entrevistas no tapan un agujero tan enorme, pero al menos, abren una puerta. Da un poco de vergüenza decir que he disfrutado por primera vez en mi vida de un poema en inglés de un autor tan universalmente conocido como Wystan H. Auden. Con mi precario inglés y el traductor de Google alcancé a apreciar su poema Spain, que encontré en la red, de una manera "completa". Me "sonó" a música en su lengua original. Y llegué a Auden, que no es entrevistado en este tomo, por las referencias que de él hacía "un tal" Spender y "un tal" Isherwood, que sí están incluidos . Les adjunto las portada de Diario de Sintra, que había visto hace años sin reparar en ella. ¡Tamaña ignorancia!
Podría extenderme mucho más. Creo que es suficiente, quizás demasiado, pero concluyo porque tengo pendiente otra tarea: ¡leer el segundo volumen!
Buen análisis!.Sin duda, esta lectura titánica merecerá el esfuerzo, la añado a mi utópica lista.
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