La mirada de los peces, de Sergio del Molino

 

Mi impresión es que usando como hilo conductor la historia del suicidio anunciado de Antonio Aramayona, lo que hace Sergio del Molino en este libro es hablar de una época de su vida, la adolescencia, la época del instituto, supongo que crucial, para él como para todos, para el adulto que hemos sido después. Como lector, el atractivo que tiene es que me da la impresión de que aunque cambien los tiempos, la adolescencia es una fase común a todos y todos la pasamos poco más o menos de la misma manera, así que, de algún modo estamos leyéndonos a nosotros mismos también en estas páginas. Al menos yo identifico, con la distancia del tiempo que nos separa (16 años), muchos elementos que allí relata, en mi propia vida: El orgullo de barrio, las charlas con los amigos sobre los más variados temas, sentados en los escalones de entrada al instituto, las gamberradas en manada, sobre todo contra los coches abandonados (el instituto estaba en un rincón y allí iban a parar los coches robados), las burradas contra los profesores que nos caían mal, los enamoramientos pajeros, las tardes de audiciones de disco en casa de los amigos, las excursiones con la profesora guay, las borracheras, ... No incluyo, sin embargo, la influencia de un profesor carismático. Algún innovador sí que recuerdo ya estando aún en la egebé, cuando uno de esos profesores recién llegados consiguieron introducir una asignatura de educación sexual en un colegio en el que apenas un año o dos atrás aún cantábamos el Cara al sol formando filas antes de entrar a las clases. También en el instituto coincidí con uno de los Millares, que nos daba inglés utilizando para ello las letras de las canciones de los Beatles (como hacía Javier Cámara en la película de David Trueba La vida es fácil con los ojos cerrados), o aquel De la Nuez (o algo así) que elegía la lectura de la semana por consenso –y me permitía una lectura alternativa si yo ya había leído el texto seleccionado.

Aramayona decidió un día “finalizar con su vida” como destaca el autor que comunicó telefónicamente él mismo. Era un hombre bastante deteriorado físicamente: sin una pierna, con cicatrices de múltiples operaciones, tomando decenas de pastillas diariamente, pero que siempre había demostrado un compromiso social y político y una vitalidad enorme. Por eso deja estupefactos a casi todos sus amigos, familiares y exalumnos, cuando decide que ha llegado el momento de finalizar su vida y hasta los cita para una despedida. A uno le da la impresión de una puesta en escena un poco excesiva, casi exhibicionista (toda esta historia fue contada en uno de los capítulos de una serie, Tabú que creo que aún sigue haciendo Jon Sistiaga para Movistar), sin embargo, dado el talante, en primer lugar, comprometido con sus causas, entre ellas la causa de una legislación por una muerte digna, y por otro, sobre todo, su calidad de docente vocacional, no solo profesional, uno percibe como consecuente con su forma de obrar toda esta parafernalia entorno a su suicidio. 

Son relatos, a mi juicio, bien separados, aunque los una el hilo umbilical de la presencia de profesor que despertó una cierta conciencia crítica en alguno de los muchachos a los que dio clases durante su adolescencia y que después permanecieron unidos por la amistad. En lo relatado, yo no sé si percibo una influencia clave del profesor en el alumno Sergio que me lleve a pensar que sin esa energía su vida hubiera tomado otro rumbo; creo que él tampoco lo piensa así. Lo que no significa que esa influencia no le haya enriquecido y reforzado en el desarrollo del germen que del sí futuro ya había en aquel adolescente, que, sin esa influencia, hubiera florecido igualmente, echando tal vez otro tipo de flor.

La lectura está bien. Es entretenida y, como he tratado de hacer notar, influye en uno en el sentido de que le hace revisar su propia historia y apreciarla un poco mejor, incluso como hecho literario que es como decir: nuestras humildes vidas también fueron relatables, o, al menos tan relatables como esta que hemos leído. Todos tenemos, tal vez, una historia que contar. 

Comentarios

  1. Otra lectura a anotar en las pendientes. No has salido del libro como has entrado (creo que eso lo dice Joan Margarit de la lectura de un buen poema) y eso es mucho. Gracias.

    ResponderEliminar
  2. Con Sergio del Molino tenemos la entrevista hecha por el papirómano Rubén Benítez con fotos de nuestra papirómana Nieves Delgado. Voy a dejar el enlace a la entrevista por aquí

    http://viajeaitaca.net/sergio-del-molino-2/

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buena entrevista, es un personaje peculiar, al que Rubén supo sacarle el jugo.

      Eliminar
  3. Me dejó exactamente la misma impresión al terminar de leerlo, un repaso de la adolescencia que también me hizo recordar la propia, con todas sus contradicciones.
    Una lectura amena, poco más.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Odisea del perroflauta

Suite francesa, de Irene Némirovsky

Reflexiones con Greta