Mi impresión es que usando como hilo conductor la historia del suicidio anunciado de Antonio Aramayona, lo que hace Sergio del Molino en este libro es hablar de una época de su vida, la adolescencia, la época del instituto, supongo que crucial, para él como para todos, para el adulto que hemos sido después. Como lector, el atractivo que tiene es que me da la impresión de que aunque cambien los tiempos, la adolescencia es una fase común a todos y todos la pasamos poco más o menos de la misma manera, así que, de algún modo estamos leyéndonos a nosotros mismos también en estas páginas. Al menos yo identifico, con la distancia del tiempo que nos separa (16 años), muchos elementos que allí relata, en mi propia vida: El orgullo de barrio, las charlas con los amigos sobre los más variados temas, sentados en los escalones de entrada al instituto, las gamberradas en manada, sobre todo contra los coches abandonados (el instituto estaba en un rincón y allí iban a parar los coches robados), ...