Agradezco las palabras con que tan eruditamente ha adornado [ presentador ocasional ] mis textos. Estoy casi seguro de que son inmerecidas, y la inmodestia del “casi” se debe a que algunas no las he comprendido, aunque secretamente no albergo ninguna esperanza. Me parece un loable esfuerzo el haber hilado un discurso tan cerrado acerca de un libro que evidentemente no ha leído, porque sin la menor duda, si lo hubiera hecho, necesariamente se habría quedado sin palabras, presa de absoluto estupor ante la desvergüenza que tenemos algunos de perpetuar en papel lo que merecería un más compasivo destino, como sería la volatilización más absoluta cuando el gran Apocalipsis energético devore completamente las memorias magnéticas de todos los computadores. Agradezco asimismo a la editorial el enorme descrédito en que se ha sumergido al publicar de una manera tan primorosa tan infame contenido, descrédito que tan solo en parte puede descargarse en el lomo de la necesidad, y que pesará ...