Por si existieran las montañas mágicas
Foto por Jose Mesa (Mataparda on Flickr) https://www.flickr.com/people/liferfe/ - https://www.flickr.com/photos/liferfe/8429137812/, CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=31823461
Las oportunidades perdidas de subir a la montaña mágica han sido, no lo sabía, un regalo de la suerte y no una maldición de la fortuna. Siempre imaginé que esa diosa que rota su volúbilis sin más ritmo que el capricho estaba adornada por la belleza, que sus vestidos vaporosos insinuarían su silueta para estímulo del deseo. Ahora sé, tarde, que a esa montaña suben, casi siempre, los que bajarán con los pies por delante. Por tanto, la diosa que imaginé es más bien una bruja de nariz larga y aguileña, cargada de verrugas, con una escoba que nos barre como al polvo y al olvido, que diría Borges, que seremos.
¿Qué hacer sino seguir leyendo por ver si Hans Castorp escapa a la suerte general y baja sano y salvo la montaña? ¿La piedad adornó el espíritu (¡cuánto gusta esta palabra a los alemanes! *) de Thomas Mann?. Lo sabré al final de la lectura, hasta entonces, las páginas se suceden sin que sepa yo bien si se me quiere decir algo que no acierto a comprender como que todas enfermedades nacen del amor que se reprime. ¿Homosexuales lanzando botellas con mensajes al mar en los tiempos en que Adolf ya andaba dando órdenes a todos para que supieran que lo que no estaba prohibido era lo único permitido? No sé.
La literatura no sé qué cosa es. Uno de los personajes, italiano, parece que va a dar su idea de qué cosa es pero se limita a despreciar a uno de sus compañeros de mesa porque considera que la literatura es un muestrario de "bellos personajes" que no existen en la realidad. Castorp se pregunta si la literatura son "las bellas palabras". Yo, me pregunto si la literatura es una manera enrevesada de hacer que nos hagamos preguntas con el sadismo, sí, la palabra es sadismo, de no darnos ninguna respuesta y dejarnos, como quien dice, colgando de la brocha.
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