Pla nos pone la carne de gallina

 


 Este año, si los acontecimientos siguen su curso sin incidentes o accidentes, será irremediable que cumpla 52 años de vida. No he hecho mucho con ellos.

Me cargo de envidia cuando leo que personas, excepcionales, quiero suponer, antes de los treinta, o de aquellos cuarenta de que hablaban los griegos, sacaron tanto partido a su tiempo. A mí se me acaba, las lecturas pendientes no paran de crecer. Así, tardíamente y algo cansado, llego a todo, a lugares por donde otros han pasado hace años y ni la silueta lejana en el horizonte les veo. Me consuela aquello de que más vale tarde que nunca.

Leí a Josep Pla hace unos años y hoy releo su Cuaderno gris, ya no para "hacer currículum" sino por puro hedonismo, por puro ser en algo Pla. Con tan pocos años él empezó a escribir fechando los días en su cuaderno de tapas grises. Ya era un lector avezado y un observador sin igual, cargado de criterio propio y al mismo tiempo bien informado. Y me parece a mí que Pla fue un hedonista, una especie de diletante, cuyos placeres fueron el paseo de un pintor paisajista sin pinceles, la observación de los tipos humanos, la participación en las diversas tertulias, la degustación de los platos de la tierra y los licores que avivan el seso o lo atolondran sin que importe. En el solar del placer se encuentra el vicio, y lo tuvo, el vicio de escribir.

En estos tiempos que corren, a fuerza de necesidad, parece que quiero volver la mirada a la naturaleza y ahí encuentro a Pla.

De mi primera lectura recordaba las páginas dedicadas a su estancia en Barcelona, una vez acabada la epidemia de gripe que hacia finales de la Gran Guerra obligó a suspender las clases y lo devolvió por unos meses a su Palafrugell natal.

En esta segunda lectura me han deslumbrado sus descripciones de la naturaleza, de los colores que da el atardecer en tal o cual paraje o sobre la superficie del mar. Son los paseos, los olores de las plantas del Ampordà, los que me han retenido leyendo hasta altas horas, acariciando el papel suave y malo de mi edición de Austral, acompañado de Pla. Y he querido volver a Palafrugell y he tecleado ese nombre en el buscador  y han salido unas fotos a colores chillones de un pueblo para turistas tan parecido a cualquier otro. El Palafrugell de Pla fue en 1918, hace más de un siglo. Ya no se cocinan pichones con el arroz, que yo sepa, en ninguna parte.

Si se piensa, todo esto pone la carne de gallina.

Comentarios

  1. Efectivamente, más vale tarde... Buen texto.

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  2. La Naturaleza, eterna musa. Tendré que apuntar también este libro en mi lista, gracias por compartir tus impresiones.

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  3. Ingenioso final, lo de la carne de gallina debajo de lo de los pichones. Me recuerda a las sopas de mi abuela en el Carrizal, los domingos. (Los sábados, sin falta, rehogado de judías)

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  4. Pura casualidad la cercanía de los pichones a la carne de gallina. Pla habla de platos perdidos como el arroz con pichón. Que yo sepa, el pichón ya no se usa en la cocina. Lo de la carne de gallina es un guiño, él usa mucho esa expresión.

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