Ícaro contra las águilas
P ara la familia fue un a noche m uy feliz. Nunca habíamos visto a mi padre en aquel estado de serena y, al mismo tiempo, eufórica felicidad. Era una persona muy contenida, nada lo alteraba, pero quienes lo conocíamos sabíamos por su expresión qué cosas sucedía n en su interior. Después de más de quince años de investigación y dedicación, su trabajo se veía al fin reconocido. Yo sé que en ocasiones se sintió tratado como un loco o un excéntrico. La teoría del accidente imperaba por aquel entonces. Estaba tácitamente reconocida y pocos la cuestionaban. En el fondo, muchos consideraban que después del tiempo transcurrido era una cuestión irrelevante. Para mi padre, sin embargo, fue su vida demostrar que su hipótesis, que también defendieron los profesores Viera y Domínguez, era correcta. El acto estaba previsto que se celebrara en Madrid pero, finalmente, las autoridades optaron por trasladarlo a Berlín y retrasarlo dos semanas para evitar que coincidiera c...