Lecciones de las plantas II

 Una planta que traje hace un tiempo creció, como por otra parte hacen todas las plantas, tanto por encima (las ramas) como por debajo (las raíces) de la superficie de la tierra. Si bien los bulbos (más que raíces) lo hicieron con tal exuberancia que pronto dejó insuficiente el tamaño de la maceta. Es, pienso, una planta iceberg. El tamaño de lo oculto es muy superior a lo visto. Pues bien, todo esto hace poco al caso y lo pongo por rellenar. Lo que sí hace al caso es que tuve que cambiar la maceta por otra mayor para darle terreno suficiente a las insaciables ansias expansionistas de la planta.


Y fue que al poco, de la tierra de la nueva maceta, surgieron unos inesperados brotes que inmediatamente califiqué como malas hierbas. Pero, ¿cuáles son las malas y cuáles las buenas hierbas? ¿Sabemos acaso, nosotros, los malos monos, qué función última cumple esa mala hierba que yo me atreví a señalar con mi ya sarmentoso dedo índice en los planes infinitos de Dios, nuestro señor? 

Y es más, ¿quién coño soy yo para arrancar de la maceta donde yo mismo la traje sin preguntarle una hierba que no le hace mal a nadie? Total que la hierba ha chocado con el techo y sigue creciendo.

Comentarios

  1. ¿Te has planteado la posibilidad de que la semilla de la hierba acusada la trajera el pájaro del relato anterior?, ¿cambiaría eso el veredicto al presumirsele una función?¿será un micrófono de Google?

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  2. Respuestas: a 1) No. Si fuera así con más motivo merece crecer pues seria producto del azar excrementicio del pájaro a 2) No. a 3) Seguro que no, las plantas son de las pocas cosas que no despiertan mis sospechas de que nos espían (lo hacen teléfonos, televisores y todo lo que se conecte a la red con casi total seguridad).
    Gracias por los comentarios

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