Ícaro olvidó sus alas en un rincón del siglo V a. C.

Fotografía: De © Marie-Lan Nguyen / Wikimedia Commons, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=24883037
 

 

 

Las máscaras de Esquilo

reposan tristes,

alegres,

a risas,

en el teatro de una isla

donde nadie ha de nacer ni morir.

 

Entrará la peste en el Pireo

a sacos o ánforas

hacia los estertores de Pericles

pero no habrá nadie,

lejos,

algún día,

que sepa que

fuimos como el auriga devuelto

a las aguas del Egeo

a la espera de una mano futura

que nos alce al incesante pasado.

 

Late la esperanza de volver a probar,

por primera vez,

el sabor de la sal.

 

Por primera vez,

el calor del sol sobre la piel,

por primera vez.

 

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La infraestructura de los sueños

Ícaro contra las águilas

Odisea del perroflauta