Consejo de Papirómanos


Acta de la sesión de 13 de enero de 2019 celebrada en Cuatro Puertas.
Asistentes: At, El, Jj, Nv, Rb, Rf, Sg
Más algunos invitados.

Comenzó la sesión alrededor de las once. Hasta las once y media, poco más, el secretario en funciones no puede atestiguar lo sucedido porque no estaba allí. A partir de su llegada confirma que había una mesa dispuesta para el desayuno bastante saqueada ya, a la que se aportó una garrafa de agua, único líquido consumible que por lo visto faltaba en la casa, habiendo una sobrada provisión de otras variantes fluidas. También se aportó una exquisita y no lo suficientemente elogiada mermelada de ciruelas con un sabor y unos aromas en boca difícilmente encontrables en cualquiera de esas Rapsodias de frutas que asustaban con su presencia a las rebanadas de pan apretujadas en la cestita.
Después de los saludos pertinentes, al secretario, aquí presente, se le encomendó entretener a la pata de jamón con su fluida, erudita y entretenida conversación, a lo cual el secretario aquí presente no pudo negarse porque ya había hecho promesa, y allí se estuvo alejado del núcleo conversacional  durante todo el rato que afeitaba los restos del fiambre.
Más tarde pudo incorporarse a la conversación con la modestia y el mutismo que le caracterizan, pero, por desgracia, con la mente puesta en no recuerda ya qué celajes, que impiden relatar, punto por carcajada,  los pormenores de lo que allí se expresó, dijo o simplemente se insinuó acerca de los más variados temas y colores.
Continuó la sesión sin apartarse demasiado de este tenor, aunque, por mencionar algún detalle, sufrimos la defección de algunos invitados y la incorporación de otros no menos meritorios.
Cumplidas las doce del día, púdose ya declarar pasadas las horas del desayuno e inaugurar las del aperitivo, por lo que se abrió una botella de vino y se sirvieron, los que así lo tuvieron a bien, unas cervezas, que resultan mejor compañía para las lasquitas de jamón que el secretario en funciones, aquí presente, había cortado. Con tal maestría, he de añadir, que tuvo que regresar a la cocina, no diré apesadumbrado, sino más bien ilusionado, que en su largo trato con aquellos huesos del no tan remoto antepasado, había germinado en él no sé qué querencias, que le llevaban a empuñar el largo cuchillo jamonero, no con feroz resolución sino con poética destreza.
No fue suficiente, sin embargo, el jamón y los variados quesos, para saciar los voraces apetitos de los Papirómanos, que hubo de acudirse a la tecnología más puntera para invocar la presencia de cuatro pizzas. He de aplaudir la iniciativa comercial de estas generosas empresas que no solo se dedican a la elaboración de tan sencillos como gratos platos, que además se molestan en enviar a un emisario a los más remotos lugares de la Tierra, uno de los cuales, sin duda, es este de Cuatro Puertas, para que ningún ciudadano pueda decir: de esta masa no comeré; y todo por unas magras monedas, o eso supone el secretario, aquí presente, porque él no llevaba la cartera y no sabe muy bien cómo se resolvió ese asunto.
Y ya nos hemos puesto prácticamente en la sobremesa, que hemos realizado, algunos de los Papirómanos, compartiendo el humo de nuestros cigarros y la lucidez de nuestras conversaciones, en la espaciosa terraza, bajo un sol que tímidamente intentaba desmentir la estación jaleado por una capa de polvo que ponía un velo de turbidez en el horizonte y más acá.
Se habló en esta ocasión de los orígenes del lenguaje, del por qué de las palabras asignadas a los conceptos, de la fascinante aparición de la escritura, de los griegos que ya se preguntaban por esas cosas, de la falsa asunción de que poseemos una identidad, del relato verbal que nos construye a todos y a todo cuanto consideramos humano, de las imposturas de las religiones que son, en esencia, todas una, y una porción de cosas más, que me gusta mucho terminar así las frases enumerativas.
Vencido el sopor de la siesta gracias a estas conversaciones, a los no tan cómodos asientos de la terraza, al cigarrito o dos, y a la buena tarde que se estaba echando, alguien propuso la posibilidad, tal vez remota, según se podía leer en las somnolientas caras de otros, de dar un paseo y visitar el yacimiento a cuyo pie se prosterna este barrio.  Aceptamos eufóricos, de sobra está decirlo, que nuestros jóvenes y saludables cuerpos reclamaban ya, después del arduo ejercicio mental, una pizca de movimiento físico.
Allá nos fuimos a visitar las moradas de nuestros antepasados. Donde habitaron, ordeñaron, jugaron con sus niños, tejieron sus tamarcos, cohabitaron, temieron y hasta observaron las curiosas disposiciones de los astros en determinados días del año. Por esos pedruscos triscamos, ordenadamente, asombrados de las magníficas disposiciones de aquellas cuevas que despertarían la lujuria de cualquier arquitecto.
Ahítos de arqueología básica y duro ejercicio, todos comprobamos en nuestros contadores de pasos que habíamos cumplido las expectativas del día y regresamos.
Afrontamos la última parte de la tarde sentados en la terraza. Arrebujados, unos más que otros, en abrigos y mantas, que ya se estaba poniendo fresco el día. El sol se despedía pero el polvo se quedaba. ¿Y qué mejor que un chocolatito en estos momentos en los que ya se barrunta, melancólicamente, la necesidad de despedirse?, dicho así con enigmático aire trágico para que se sugiera que esta mediocre frase es una metáfora de los postreros días que algún día serán los últimos.
No obstante la conversación no se resigna y se habló de esperanza en forma de propuesta de una nueva publicación, que no todos hemos recibido, me limito, como secretario aquí presente, a atestiguar una realidad, con euforia. Vagamente se propusieron formatos, repitiendo viejas fórmulas y hasta se sugirió un título glorioso, por cuya sola razón estaría dispuesto este secretario, aquí presente, a participar en el mentado proyecto: Palacio Genital.
Finalmente se consideró agotada la sesión y los cuerpos, y decidimos disolver la reunión, en el sentido de separar más que en el de diluir, aunque en cierta medida la reunión en sí se diluye en la nada como a la postre todos nuestros actos, pensamientos, ilusiones, sin mencionar los mismos cuerpos que han de fundirse con el polvo y este encaminarse a la nada. Por esa misma razón, para luchar contra el olvido, se levantan estas actas.


Las Palmas a 14 de enero de 2019

Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Así fue. En cuanto al libro, me muestro cada vez más dispuesto.
    En cuanto al título, hay que decir que obtuvo un rechazo casi unánime de la mayoría y la risa estridente y desbocada, de difícil interpretación, del secretario.

    ResponderEliminar
  3. ¡Me encanta! Yo creo que ya tenemos introducción para el nuevo proyecto... una mirada, centrándonos en no sé qué, a la vida papirómana.

    Me ha encantado el texto como pieza literaria, como decía Rbn, me recuerda a mi Habichuelas con jamón -ya sé q no queda muy bien autocitarse, de hecho, queda muy mal pero es que me recuerda mucho-. Y me encanta -no solo me autocito sino que me repito y además hago ripios...- que la nueva sede haya tenido tan buena acogida.

    ResponderEliminar
  4. El acta constituye una pieza literaria en sí misma, con independencia del contenido, que también es muy acertado. Sin duda, hay que ser muy certero para expresarse con esa minuciosidad. En mi humilde opinión, creo que al proyecto del libro habría que darle una vuelta. No así a la propuesta de titularlo "Palacio genital", título que, aunque sacó las risas hilarantes de la concurrencia, no parece que esté a la altura de semejante proyecto. Aunque sin duda fue uno de los momentos del día.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La infraestructura de los sueños

Ícaro contra las águilas

Odisea del perroflauta