Pensando a gritos, de Elízabeth Hernández Alvarado


La experiencia de lo cotidiano

 

«Entrar aquí otra vez de forma habitual. Copiar citas, contar cosas que me afectan, escribir bobadas, banalidades, mis banalidades, pues sé que puedo haber leído veinte mil palabras en un día, pero me voy más contento a la cama si he apuntado en cualquier sitio una mía.»
Iñaki Uriarte, Diarios (2008-2010)



Hay una cotidianidad nociva y limitada, muy próxima al hastío producido por la rutina y la ausencia de curiosidad, que se asemeja bastante a una tenaza, a una claustrofóbica celda o a un corsé asfixiante. 

Se trata de una cotidianidad insana que no innova ni sale de la inmediatez en que permanece recluida, que no hace más que confirmar sus propios prejuicios, que no consigue ver más allá de sus narices. 

Pero hay otra cotidianidad, más amable y generosa, de espacios extensos y perspectivas más amplias, que analiza lo cercano con un encuadre que va desde lo particular a lo universal. 

Al contrario que la localista y restringida, esta otra cotidianidad se convierte en una fuente de inspiración y de energía, en una suerte de espejo en el que uno puede reflejarse sin temor a caer en drásticas simplificaciones, o peor aún, en distorsiones interesadas que muy poco o nada tienen que ver con la realidad. 

Este es el sentido de lo cotidiano que desprenden las páginas de Pensando a gritos (2017), una recopilación de artículos firmados por Elízabeth Hernández Alvarado, que ha publicado la editorial Mercurio. 

El libro consiste en una miscelánea de textos de diversa naturaleza procedentes de su blog, “Causas olvidadas”, que los lectores ya habían tenido la oportunidad de leer anteriormente en la red y que ahora, además, tienen el suave tacto del papel impreso.  

En Pensando a gritos el lector encontrará una colección de notas dispersas y de apuntes personales sobre una cotidianidad tan complicada como escurridiza. Como señala la autora en uno de sus artículos: “Hemos ido a la Luna, pero no hemos aprendido a habitar la piel que nos cubre”.

Por sus páginas desfilan no solo opiniones sobre la cotidianidad, sino también reseñas de libros que señalan un recorrido vital e incluso algunos comentarios sobre música y arte. 

Cualquier idea o acontecimiento es susceptible de convertirse en un buen tema, si se consigue tocar las teclas adecuadas para obrar el milagro: se trata de hablar de lo que le pasa a uno sin tratar de imponer ni de ideologizar, o también, contar la experiencia desenmascarada de lo cotidiano de una forma amena y profunda a la vez, teniendo en cuenta que eso que le pasa a uno también le puede ocurrir a cualquier otro, simple cuestión de azar o de destino.  

Podría decirse que la mejor virtud de Pensando a gritos es la casi inmediata identificación de los lectores con el punto de vista de la autora, que va desgranando comentarios y opiniones con la naturalidad de convertir los acontecimientos personales en un mundo singular y compartido al mismo tiempo. Y esto se logra a través de una prosa muy transparente, sin demasiados artificios, como si fuese la trayectoria de una bala. 

Resulta muy fácil dejarse llevar por caminos trillados, por las recetas cómodas, por una escritura que no hace más que repetir lo consabido como si un continente desconocido hubiese sido descubierto.  

Cansados de tantas imágenes estereotipadas e insulsas, de articulistas sin personalidad que suman sus textos al ritmo de las modas más superficiales y volátiles, es de agradecer un libro como este, en el que la autora no teme desnudarse ante los lectores, con una insobornable voluntad de autenticidad. En los tiempos que corren, tan proclive a las banalidades y a los lugares comunes, no resulta un empeño nada fácil.

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