Tónica y ginebra
Hay combinaciones que no fallan, tónica y ginebra. |
Hace algún tiempo ni se me
hubiese ocurrido leer a una autora viva, ni mucho menos tan joven. Como si un
libro tuviese que estar escrito por alguien ya fallecido y perteneciente a un
lejano pasado para ser digno de mi atención. Debo decir en mi defensa que, en
esa época, estudiaba filosofía y mis lecturas preferidas eran los textos
fragmentados de los presocráticos. Supongo que era un criterio de selección
como otro cualquiera: totalmente cargado
de prejuicios. Menos mal que la edad enmienda alguno de esos desastres
de juventud: leer exclusivamente a muertos y estudiar filosofía.
La novela la compré en La casa
del libro de la Gran Vía. No me gusta esa librería y no termino de entender por
qué. Tiene unas hermosas estanterías de madera que hacen la vez de doble pared,
un fondo fabuloso y varias plantas donde perderte durante horas, pero me parece
un enorme almacén sin alma. Aunque hay un detalle que la mantiene a salvo de
ser incluida en mi lista negra: tiene sillones y ese es un punto a su favor, un
punto muy importante –como la lejía de mi madre-. Casi tan importante como que
venda libros, esto último es más importante, evidentemente, pero “casi”, como
dice Daniela Astor en la novela de Marta Sanz.
No sé por qué no termina de gustarme.
Quizá por la aparente frialdad de sus empleados que contrasta brutalmente con
el calor de la madera y los sillones. Tal vez los lugares tan grandes y con
tanto público terminen por perder toda calidez humana, sorprendentemente. Un
espacio por donde pasan tantas personas no tendría por qué despersonalizarse,
pero así me sucede con esta emblemática librería.
La cuestión es que a pesar de
tener libros y sillones, esa maravillosa combinación, “casi” tan maravillosa
como la de ginebra y tónica o la de pan y chocolate o la de amigos y pizza —tengo
un problema con la comida—. Bueno, esa maravillosa combinación de sillones y
libros, esa en particular, no me gusta. Y me pone muy triste… porque me hace
pensar que, tal vez, lo que convierte esa
combinación en tan rematadamente estupenda, no es la combinación misma. Y eso
genera en mi vida un profundo desasosiego y una incomprensión absoluta de cómo
funcionan mis fobias y mi filias.
Allí fue donde encontré el Madre e hija de Jenn Díaz, una novela
del 2016, su cuarta, creo. Escritora joven y prolífera. Le envidio lo segundo,
lo primero, por algún extraño motivo, no. Pero esa es otra historia.
Me gusta tu planteamiento, y me hace pensar que, quizás, el éxito de los combinados infalibles resida en las proporciones de sus ingredientes.
ResponderEliminarGracias. Puede ser...habrá que seguir investigando 😉😉
EliminarInvestigaremos la sugerente sugerencia
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