Grietas en el tejado de Leandro Pinto

Sobre el libro de Leandro Pinto Grietas en el tejado.

En primer lugar me estorba tanta repetición del nombre-apellido del personaje. Una obsesiva insistencia, me parece, en que no lo olvidemos y no nos perdamos entre los diferentes avatares de este entre su vida real y su vida literaria. (aún no he llegado al final así que hasta este punto no creo revelar ningún elemento clave de la trama), así como que estamos en Linares o que el exitoso periodista posee un mercedes que conduce por la ciudad... de Linares.  Es decir, abunda en explicaciones innecesarias para la narración por evidentes, como que enciende la cámara después de haber cargado las pilas durante toda la noche y cosas por el estilo que saturan la narración de banalidades que ni ayudan a avanzar la historia ni crean ambiente novelístico si es eso lo que pretenden.
Con esto queda dicho que el estilo, el soporte, por así decir, me deja mucho que desear. Y a esto le presto mucha atención porque al final las historias, ¿no se dice constantemente?, son todas las mismas, y si hay manera de introducir novedad es en la forma de contarlas.
Pues la forma de contar esta me parece a mí, es también la misma de siempre. La historia está llena de estereotipos de serie de televisión norteamericana, aunque creo que ya esa enfermedad ha contagiado a todo el mundo. El personaje es un brillante periodista (me da gana de añadir de sonrisa profiden para dibujarlo a la perfección) divorciado y que se lleva mal con su mujer –aunque tengo la sospecha de que se arreglarán al final, por el bien de la niña–  que destaca porque tiene un amigo en la policía que le dedica todas las exclusivas. El tipo decide, y sus jefes se lo conceden porque es un elemento imprescindible y no queremos que se vaya a la competencia, tomarse una licencia en el periódico para escribir su novela. Su novela tratará sobre la locura, para lo cual visita el centro psiquiátrico de Linares, en su mercedes, donde se entrevista con médicos y pacientes.
El caso es que cuando está escribiendo los capítulos de su novela, en una vieja olivetti, porque odia esos aparatejos modernos que se ve obligado a utilizar en el periódico, sufre una especie de alteraciones que lo llevan a vivir en su propia persona los sucesos que él mismo está tecleando.
Por supuesto el personaje se documenta exhaustivamente sobre enfermedades psiquiátricas, y así mismo lo debe haber hecho el autor, para poder darle soporte, – el que narra es el autor que lo sabe todo sobre el personaje, eso que llaman omnisciente– , y algunos detalles se nos dan que tampoco me parecen a mí necesario exponer, muchas veces, aunque sí que el autor conozca para que pueda caminar con cierta seguridad sobre el tema que está tratando de abordar.
El final es bastante previsible, aunque haya una gama de soluciones. Quiero decir que el tío acaba mal. No me extiendo para no «destriparlo», pero sí indico que la historia es vieja, que recuerda a esas novelas de terror del siglo XIX y principios del XX y que por sonar todo a demasiado conocido deja de impresionar como se espera. Ya digo que todas las historias están ya contadas y si a algo debe aspirar un autor es a buscar una manera nueva de contarlas, sea en la forma de construir la historia, sea en la forma de exponerla. Pues bien, yo creo que este autor no tuvo más intención que imitar  y por lo tanto su historia carece de atractivo propio.
Todo esto no quita para que por supuesto respete que hay un trabajo de elaboración de la historia que se nota, una estructura, unas intenciones, que no dejan un mal resultado. Todo cuanto he dicho arriba únicamente confirma que a mi juicio no es una gran novela, puede que incluso dude de que sea buena. Pero es una novela y sin duda satisfará a muchos lectores menos escrupulosos que yo.

Comentarios

  1. Lector escrupuloso, sí señor. A priori, si dan ganas de leerla es solo para comprobar hasta donde se puede rebatir tu reseña.

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