Músicas celestiales
Un coro desafinado de ángeles tuertos y gibosos,
entrados en años y calvas,
reservistas de los que soplan el viento
en las esquinas de los mapas,
espera al poeta que
buscando el punto exacto de cocción de un adjetivo
olvidó cerrar la espita.
Al que jugando con palabras al borde del abismo
cayó desde la más altiva ventana de un edificio de ocho plantas
al patio interior donde se secan
las discretas camisas de un oficinista,
siempre azules.
Al que bruñendo el cañón de un arma
destinada a disparar
un verso certero a tu entrecejo, lector,
sufrió un accidente lamentable.
Cesare, Agustín, Alejandra, Vladímir,
sabemos, aquí abajo,
que encontrarán ustedes
el rumor de los evaporados pasos de un antílope
en los coros de horribles ángeles
que reciben en el cielo a los poetas.
Bravo!!!
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