No tiene título.

Buscando entre la basura he encontrado esto. Y me he dicho, qué bueno para Papiromanía. No es un poema, sino una línea muy larga que he tenido que trocear porque el conversor de formato no sabía hacerlo por su cuenta. Lo que decimos siempre, los jóvenes ya no entienden el pasado. No tiene título. Por eso le puse ese título:

Se suele decir que cuando uno desmonta un aparato,
presuntamente para buscarle una avería,
siempre ocurre que al volver a montarlo
hay piezas que quedan sobre la mesa
cuando uno ha terminado el trabajo.
Un amigo atribuye este demérito
de los aparatos al hecho de que
los ingenieros no se preocupan
de la realidad de las cosas,
sino de su diseño y todo lo más de su modelo,
pero que la realidad es mucho más navajera
(de Occam) que ellos y desecha muchas de las piezas
que por matemática, los ingenieros han encontrado imprescindibles.
Así, los mecánicos callejeros, más occamnianos que ingenieros,
desmontan y vuelven a montar motores de coches y motos
y en cada ocasión dejan por encajar una o dos piezas
de manera que  a la cuarta o quinta vez que uno les lleva el coche
ya puede estar seguro de que tiene el motor necesario y suficiente.
Yo intenté más de una vez ejercer esta profesión
de desmontador y montador de aparatos.
Y lo hacía bien a juzgar por la cantidad de piezas que me quedaban
sobre la mesa después de haber re-montado el cacharro.
Desgraciadamente, en mi caso, el aparato nunca volvía a funcionar,
lo que aprovechaban los destructores de teorías
para probar que la mía acerca de que el exceso de piezas
de los aparatos era mera deficiencia de los ingenieros
resultaba patéticamente falsa.

Comentarios

  1. Un texto que da qué pensar.
    Me gusta mucho esa idea de que tras llevar cinco o seis veces el coche al mecánico se queda uno con lo necesario y suficiente.

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