José Agustín Goytisolo

 


Algunos historiadores proponen llamar a lo que generalmente conocemos como Guerra Civil, Guerra de España cuando se refieren a la que tuvo lugar en nuestro país entre 1936 y 1939. La consideran una especie de antesala de la Segunda Guerra Mundial, un ensayo general, en el que los actores ya estaban presentes, preparándose para el desastre que se desencadenó tras el cruce de la línea roja que supuso la invasión de Polonia por Alemania.

Pío Baroja habla de guerra civil refiriéndose a alguna de las guerras carlistas, las que  para mí, nacido en 1971, parecen una sola con varios rebrotes como los de una nunca definitivamente curada enfermedad. En aquel tiempo Pío Baroja no sabía que el futuro, bien entrado ya el SXX, le depararía un nuevo espanto.

En aquella guerra, la que se inició en 1936, un bando, apoyado por las potencias fascistas, y el otro, por la potencia comunista, tuvieron la oportunidad de probar sus fuerzas y sus armas. Los Stukas cayeron sobre Gernika, hecho recogido en la conocida pintura de Picasso. La aviación italiana se cebó con Barcelona. En uno de sus bombardeos, en 1938, habría de morir una mujer de nombre Julia y de apellido Gay. La madre de los Goytisolo. Esto marcaría a los cuatro hermanos, tres de ellos dedicados con el tiempo a la literatura. Yo, que sólo pretendo hablar de mis impresiones (ni soy académico ni historiador, sino un lector común) he puesto mi vista sobre parte de la obra del mayor de ellos, José Agustín Goytisolo.

 Él dedicó su vida a la poesía. Fue uno de los más prolíficos autores de los que se han clasificado en la Generación de los 50, con dos epicentros, quizá uno en Barcelona, quizá otro en Madrid. Y uso los quizás porque estas taxonomías se me antojan líquidas. Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, pero también Ángel González o José Manuel Caballero Bonald, y tantos otros. Carmen Riera, y los estudiosos de la literatura, de alguna manera los ordenan para nosotros. La obra de José Agustín Goytisolo también ha sido convertida en canciones por Paco Ibáñez, Joan Manuel Serrat y Rosa León entre otros, sin que muchos sepan que esa canción que escuchan descansa sobre un poderos poema del autor barcelonés.

Llego tarde ( cincuenta y tres años que tengo) y quizá mal, pero más vale tarde que nunca, quiero suponer, a la poesía de este hombre que tanto vale la pena leer. El ritmo, quizá el ritmo de sus poemas sea lo que me ha sorprendido, aunque citar sólo este aspecto pueda hacer pensar al lector que no hay más méritos en ella lo cual no es absoluto lo que quiero decir, y para muestra un botón. Les dejo un enlace en el que leo uno de sus poemas.

Encontrar las palabras justas es la lucha de José Agustín Goytisolo y de todos los poetas. Espero que no me falle la memoria si creo recordar que cada palabra en un poema decía Ezra Pound, cumple tres funciones: una es estética, desde el punto de vista fonético (ahí los traductores pueden partirse los cuernos que posiblemente sólo logren morir en el intento), otra segunda función sería estética pero por evocación de imágenes y otra, la del puro significado de la palabra. Decía Borges, y alguien más, que los sinónimos no existen y de Flaubert se cuenta que podía pasear durante horas buscando la palabra exacta que encajara en uno de sus textos.

 Al fin, el que escribe, lucha, o baila, disfruta o sufre con las palabras. Unos poetas ganan el combate o se lucen en el baile, otros pierden la vida en el intento y pisan los pies de su pareja. José Agustín ganó sobre el papel, para nuestra fortuna, pero una bomba que podía no haber sido arrojada, sacudió su vida, para su desgracia, en 1938 y quizá, como las bombas de  relojería, fue la responsable de que nos dejara sin su presencia en 1999, sesenta y un años más tarde.


Nota final: la pereza me puede, no he contrastado la pura información de esta entrada, sino que he usado mi simple y limitada memoria. No se fíen.

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